El pie es la única estructura que contacta con el suelo mientras corremos. Es bastante evidente que la forma en la que el pie contacta contra el suelo va a tener influencia sobre el resto de la estructura osteoarticular.
Al igual que los cimientos de una casa influirán en otras zonas de un edificio, una mala forma de pisar tendrá un efecto negativo sobre nuestras rodillas, cadera y columna.
A lo largo del paso, tanto caminando como corriendo, el pie cambia de posición en función del momento del paso en el que nos encontremos. Al analizar un paso (caminando) describimos tres momentos que se denominan los tres rockers. El primer rocker corresponde al apoyo del talón contra el suelo (lo habitual es hacerlo por la zona lateral externa del talón). En esta fase el pie tiene que estar ligeramente supinado (inclinado hacia el exterior).
El segundo rocker del paso corresponde con el momento en el que está apoyada contra el suelo toda la planta. En este momento se produce un desplazamiento de la carga hacia el interior (pronación). Este movimiento es imprescindible para proteger nuestras articulaciones ya que es el momento en el que el impacto del paso se amortigua mediante pequeños movimientos de una parte importante de las articulaciones del pie. El tercer rocker corresponde al momento de propulsión, donde sólo quedan los dedos en contacto con el suelo. En este momento el pie vuelve a “supinar”.
Cuando corremos el primer rocker no debe de corresponder exclusivamente al apoyo del talón ya que podría resultar lesivo (En ese momento podemos cargar entre 3 y 4 veces nuestro peso). Lo ideal es que el primer rocker al correr sea apoyar toda la zona externa del pie (o sea realizando un apoyo más plantígrado). A continuación, se producirá el movimiento de pronación y después la propulsión.
Como vemos, tanto al andar como al correr nuestro pie adopta distintas posiciones en función del momento del paso en el que se encuentre. Si la supinación y la pronación se encuentran en rangos normales el pie mantiene un apoyo estable. Si por el contrario uno de estos dos movimientos (o los dos) están más aumentados de la cuenta, se generará una sobrecarga importante en la cara externa o interna de la rodilla, en función de que el movimiento aumentado sea la supinación o la pronación respectivamente.
Cuando hay una pronación importante se genera una sobrecarga sobre la cara externa de la rodilla que puede terminar dañando el cartílago y a continuación el menisco.
Para prevenir esta situación es necesario realizar un correcto estudio de la pisada y de la carrera para ver si es necesario estabilizar el pie. Dicha estabilización se suele conseguir mediante dos vías: la potenciación de ciertas estructuras musculares del pie y la pierna mediante trabajo específico mediante determinados ejercicios y la realización (en los casos necesarios) de una plantilla que regule la pronación y/o supinación excesiva. Y hablo de regulación porque en ningún caso se trata de eliminar la pronación o la supinación ya que como he comentado en otras entradas del blog, ambos movimientos no son patológicos sino necesarios.
Otro factor que puede influir directamente en las lesiones de rodilla es el hecho de tener un pie excesivamente cavo (con un puente elevado) o excesivamente valgo (tendencia a aplanarse). En ambos casos lo que observamos al analizar la huella plantar es que se produce un descontacto de la zona lateral externa del pie quedando apoyado contra el suelo sólo por la zona del talón y por la zona metatarsal.
La huella que observamos en un pie normal al analizarla en una plataforma de presiones debe de tener apoyo en la zona del talón, en la zona lateral externa y en la zona metatarsal sin tener ningún punto de descontacto. Esto genera un apoyo estable similar al que tendría un taburete de tres patas.
huella estable
huella inestable
Cuando tenemos un pie muy cavo o muy valgo desaparece el apoyo lateral, generando un efecto parecido al de convertir ese taburete de tres patas en un taburete de dos patas, con la inestabilidad que eso genera.
Cuando se da esta circunstancia se produce un aumento de la oscilación lateral del pie que se transmite a la rodilla generando una mayor probabilidad de sufrir condropatías (desgaste de cartílago) y lesiones de menisco.
Hemos de entender que la rodilla es una articulación de las que se conocen como “tipo bisagra”. Es decir que está preparada para el movimiento de flexión/extensión, pero no para asumir oscilaciones laterales.
Muchos corredores que sufrían de dolores inespecíficos en las rodillas han encontrado la solución al estabilizar el pie.
En los casos en los que el descontacto de la zona lateral del pie está causado por una mayor pronación se puede intentar mejorar mediante la realización de ejercicios de potenciación de determinados grupos musculares (como el tibial anterior). En función de cual sea el grado de pronación será necesario también el uso de una plantilla personalizada.
En los casos en los que dicho descontacto se produzca por tener un pie muy cavo (arco muy elevado), la mejor solución es el uso de una plantilla personalizada que de un apoyo correcto al pie (ya que no hay ningún tipo de ejercicio que permita descender la bóveda de un pie cavo). Lo único que podemos hacer el “elevar el suelo al pie”, mediante una plantilla. En estos casos es muy importante (para no restar capacidad amortiguadora al pie) que la plantilla tenga una elasticidad controlada. Una plantilla muy rígida podría generar sobrecargas en la rodilla empeorando el cuadro.
Siempre aconsejo a mis pacientes que en caso de que al probar la plantilla el problema no mejore, es imprescindible acudir a la clínica y revisarlo. Una plantilla correcta no debe de generar rozaduras ni problemas de adaptación. Eso paso fundamentalmente cuando no se ha calculado bien la elasticidad de la misma y debe de ser modificada.
Desde siempre en nuestras clínicas se ha incluido en el precio de la plantilla la garantía que incluye todos los ajustes necesarios hasta el correcto funcionamiento ya que al tratarse de tratamientos personalizados y a pesar de que la tecnología nos ha aportado mucha más precisión que hace años, sigue habiendo corredores en los que es necesario realizar ajustes del tratamiento.
Mi consejo es que si estás usando una plantilla personalizada y no te has adaptado a ella en un periodo razonable (8-10 días) acudas al profesional que te la haya realizado para su revisión. No se trata de que tus pies se adapten a la plantilla sino de que la plantilla esté perfectamente adaptada a tus pies.
Víctor Alfaro
@jvictoralfaro
Podólogo experto en biomecánica
Director General Podoactiva
Podólogo primer equipo Real Madrid CF
Podólogo Real Federación Española de Atletismo