Esta posiblemente sea una de las preguntas que más se repiten tanto en las clínicas de podología deportiva como en los foros de corredores.
Es un factor muy importante ya que puede incidir directamente en la posibilidad de sufrir una lesión.
Antes de responder al número de kilómetros en el que se debería de realizar el cambio de una zapatilla para correr es importante entender dos conceptos que son muy importantes a tener en cuenta en cualquier zapatilla:
-La estabilidad
-La amortiguación
Estos dos conceptos funcionan de forma antagónica ya que un aumento de amortiguación genera un déficit de estabilidad.
Sabemos que para el correcto desarrollo del sistema osteomuscular es necesario un nivel de impacto en cada caso. Quiere esto decir que no es mejor una zapatilla porque minimice en exceso dicho impacto. En el caso de los niños, un aumento de la amortiguación excesivo, puede influir en un desarrollo óseo deficiente.
Por otro lado, está claro que un impacto superior al necesario y mantenido puede generar multitud de lesiones por sobrecarga (periostitis, condropatías, etc.).
También es importante tener en cuenta que a mayor amortiguación, menor estabilidad. Y la estabilidad en la pisada es un factor crítico, sobre todo por su influencia en la rodilla. Si una suela demasiado amortiguada facilita un mayor desplazamiento de la rodilla en el plano lateral, puede ser el agente causal de patologías en las estructuras laterales de las rodillas (cartílago y menisco). Por eso es muy importante elegir la zapatilla que incorpore el grado de amortiguación justo en función de nuestro peso, técnica de carrera, superficie en la que se corre, etc.
Volviendo a la pregunta inicial, cuando una zapatilla es usada durante más kilómetros de los indicados, por un lado pierde capacidad de amortiguación (pudiendo generar problemas por sobrecarga) y a la vez puede generar problemas de inestabilidad porque en muchos casos (y dependiendo de la forma de pisar), el desgaste de la suela puede ser desigual, potenciando el defecto de la pisada del corredor (aumentando la pronación y la supinación).
Cuando compramos una zapatilla es muy importante tener en cuenta las indicaciones en cuanto al peso del corredor que nos pauta el fabricante ya que cada suela está diseñada para asumir una determinada carga.
Si seguimos las indicaciones del fabricante en cuanto al peso y superficie de uso, lo habitual es que una zapatilla normal debamos de cambiarla entre 700-1000km. Algo menos las zapatillas “rápidas” y un poco más las zapatillas de trail running (ya que la suela es algo más resistente).
Por descontado que si antes de estos kilómetros observamos signos de desgaste puntual en una determinada zona, debemos de revisarlo porque puede tener que ver con nuestra forma de pisar.
El hecho de incorporar una plantilla personalizada a nuestra zapatilla de correr va a incidir en la mejora de la biomecánica de carrera y en la disminución de impacto que asume nuestro organismo, pero no afecta en cuanto al desgaste de la suela ya que la carga que se proyecta contra el suelo es la misma.
También es importante entender que en muchas ocasiones puede ser que la suela externamente no parezca deteriorada a pesar de haber corrido esos 1.000km, pero con toda seguridad sus propiedades mecánicas si se han modificado.
Invertir en zapatillas de calidad y renovarlas puntualmente es una de las mejores inversiones en salud que puede hacer cualquier corredor ya que hemos de recordar que la zapatilla es el único punto de contacto contra el suelo y cualquier modificación en ese apoyo tendrá consecuencias directas en otras estructuras musculares y articulares.
Víctor Alfaro Santafé
Podólogo experto en biomecánica
Responsable podología RFEA
Podólogo Real Madrid C.F
Director General Podoactiva
@jvictoralfaro