¿Pronas o supinas?

En los últimos años, ésta  ha pasado a ser la pregunta de moda.

La gente en el ascensor ya no pregunta por el tiempo,  sino que le pregunta al vecino mirándole a los pies: “Buenos días, ¿pronas o supinas?”

Bromas aparte, creo que  todas las campañas que se han producido por distintas tiendas de deportes, han ayudado a que muchos deportistas (y no deportistas) conocieran estas dos palabras y que se generase una mayor conciencia colectiva de que la forma de pisar puede tener importancia y efectos sobre nuestra salud.

Ahora bien, al igual que es positivo dar a conocer la importancia de la forma de pisar, puede resultar altamente negativo el hecho de que alguien piense que un estudio biomecánico de la marcha se simplifica en encontrar respuesta a esta simple pregunta. O peor aún, que el dependiente de una tienda de deporte piense que contestando a esta pregunta, está realizando un diagnóstico clínico de si la forma de pisar puede estar relacionada con una lesión presente o futura.

En realidad, la pregunta de pronas o supinas tiene algo de “trampa”, ya que en la casi totalidad de las personas nos la podríamos jugar a contestar la famosa respuesta en los exámenes tipo  test: A y B son ciertas. La casi totalidad de los mortales contactamos con el suelo por la zona externa del talón (o sea supinando) y la totalidad despegamos por el primer o segundo dedo por lo que en algún momento del paso hemos de pasar de estar apoyados en la zona externa a hacerlo en la interna (es decir, “pronar”)

El objetivo de esta entrada es desmitificar el valor absoluto de la afirmación de ser pronador o supinador. El estudio que se realiza en una tienda de deporte está indicado (y hay sitios donde esta indicación la hacen francamente bien) exclusivamente para recomendarnos qué zapatilla puede ser más mejor para nuestro caso en función de varios parámetros (peso, superficie sobre la que practiquemos el deporte y también el hecho de si tenemos una pronación o supinación muy acentuada) En los casos apropiados, se nos puede indicar una zapatilla que lleve más control de pronación o supinación (que en la práctica se traduce en aumentar las contenciones internas o externas de la zapatilla) Hay multitud de tiendas de deporte donde este asesoramiento se hace de forma muy profesional y competente.

Una cosa es aconsejar una zapatilla y otra muy distinta valorar si la forma de pisar puede tener relación con una patología presente o futura.

 

Mi consejo siempre va a ser que en caso de decidir comprar alguna zapatilla que incorpore estos sistemas, sea siempre con un control ligero de la pronación o la supinación ya que incorporar calzado que limite mucho la supinación o la pronación pueden tener consecuencias negativas en nuestra salud. Es muy importante entender que el hecho de “pronar” es el gesto que permite realizar al pie su función amortiguadora. Recordemos que el pie está formado por 28 huesos, que se unen en 33 articulaciones y tiene más de 100 tendones. Toda esta arquitectura está así de compartimentada fundamentalmente para que al pronar, el pie pueda generar pequeños movimientos que absorban el impacto del paso (que puede llegar a ser de cuatro veces nuestro peso en el pie de apoyo al correr) Si limitamos en exceso la pronación, es el mismo efecto que si a un coche le quitamos los amortiguadores. No tardarán en aparecer problemas en el ”piso de arriba”, sobre todo en la rodilla, ya que su estructura no está pensada para amortiguar. Ese papel se reserva al pie gracias a su pronación. Y es cierto que una pronación excesiva puede generar problemas pero debe de estudiarse muy personalizadamente cómo y cuánto debe de controlarse. En muchos casos el efecto negativo no lo produce la pronación en si misma sino la rapidez en la que se pasa de la fase de supinación a la de pronación. Quiere esto decir que a veces una pronación que parezca menos acusada puede ser más lesiva en un determinado paciente que otra en la que aparentemente dicha pronación sea mayor.

Dicho esto, creo que para los corredores que tengan una pisada “razonablemente buena” lo ideal sería usar zapatillas neutras o con un ligero control de pronación y el asesoramiento de un dependiente formado puede ser suficiente para ello. Cuando  sospechemos que nuestra pisada no sea correcta, lo ideal es realizar un estudio biomecánico completo en una clínica especializada en podología deportiva (posición estática, rango articular y muscular, estudio dinámico, análisis cinemático de la carrera, etc.) y en los casos necesarios, realizar un soporte plantar personalizado (plantilla) que compense los defectos de nuestra pisada. En el caso de usar plantillas personalizadas, es muy importante que la zapatilla sea neutra ya que si la zapatilla incorpora algún tipo de corrección sería un efecto parecido a llevar “gafas graduadas” sobre “lentillas graduadas”.

Espero haber podido servir de ayuda con esta entrada y dar pie a que en la próxima conversación de ascensor sobre la pregunta del año  “¿Pronas o supinas?”, podáis incorporar alguna nueva matización como por ejemplo  “….¿y  tú crees que la alineación del eje de la subastragalina puede tener influencia sobre mi periostitis tibial?”… casi seguro que dejarás al vecino pensativo durante unos minutos ya que verá que estás ya en “otra liga”.

Como dice mi abuela, “zapatero a tus zapatos”. Si cada uno nos dedicamos a hacer con honestidad nuestro trabajo e intentamos mejorarlo, conseguiremos el objetivo común a tiendas de deporte y clínicas podológicas que no es otro que garantizar el mejor servicio a nuestros pacientes/clientes y conseguir que puedan seguir disfrutando de su deporte favorito durante muchos años.

 

Víctor Alfaro

Podólogo experto en biomecánica

Responsable Podología y biomecánica RFEA

Responsable Podología Real Madrid C.F

Director General Podoactiva

 

 

 

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